Punto de Vista

Seamos sinceros, todo el mundo forzó a Kate Middleton a revelar su diagnóstico de cáncer

“Ahora que se ha revelado la verdad, junto con una sentida petición de privacidad por parte de la princesa, quizás sea el momento de tomarnos un momento para reflexionar sobre lo que acaba de pasar”, escribe Rhiannon Lucy Cosslett.
Kate Middleton qu sigue luego diagnóstico de cncer
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El anuncio de que la Princesa de Gales, Kate Middleton ha sido diagnosticada de cáncer ha dado lugar a algunas disculpas bastante vergonzosas por parte de quienes se dedicaron a especular de forma implacable después de que se ausentara de la vida pública tras una operación abdominal.

Incluso celebridades como Blake Lively y Kim Kardashian han levantado la mano y han admitido que se dejaron llevar por la situación. Las consecuencias de la ausencia de Kate han sido un espectáculo extraño y poco edificante que habla mucho de la relación del público con la monarquía, como de la incapacidad de esta institución para adaptarse a la modernidad. Ahora que se ha desvelado la verdad, junto con una sentida petición de privacidad por parte de Kate Middleton, quizás sea el momento de tomarnos un momento para reflexionar sobre lo que acaba de ocurrir.

Me refiero a la cosificación de los cuerpos en la realeza, especialmente los femeninos. Esto no es nada nuevo, pero el frenesí que provocó Kate Middleton por el simple hecho de negarse a revelar su estado de salud hasta que estuviera preparada, contradecía el sentimiento de derecho que muchos sienten hacia los cuerpos de las mujeres.

En este silencio, abundaron las teorías conspirativas, a las que no ayudó una estrategia de comunicación real plagada de errores. Mucha gente supuso que la princesa estaba más enferma de lo que se había revelado, y que probablemente no se sentía ni tenía el mejor aspecto después de su tratamiento. De ahí, quizás, la falta de apariciones públicas y la publicación de imágenes retocadas con Photoshop.

Pero esto no frenó las especulaciones. La gente parecía desesperada por saber qué tipo de operación le había exigido una recuperación tan larga, igual que ahora están desesperados por saber qué tipo de cáncer tiene y en qué fase se encuentra. El hecho de que se trate de una madre relativamente joven con tres hijos a los que ha tenido que dar una noticia difícil no parece detener a algunas personas.

Por supuesto, es natural especular sobre quienes están en el punto de mira de la opinión pública, al igual que es natural satirizarlos. Lo que me ha parecido muy antinatural es el frenesí que ha provocado que un miembro femenino de la familia real busque un mínimo de privacidad sobre su propio cuerpo.

“El hecho de que se trate de una madre relativamente joven con tres hijos que ha tenido que dar una noticia difícil no parece detener a algunas personas”, escribe Rhiannon Lucy Cosslett.

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Kate Middleton no es la primera mujer que recibe este peculiar tipo de misoginia, tan cargado de lastre histórico. La sensación de que ser miembro de la realeza o entrar a formar parte de la monarquía, es convertirse en un símbolo, una cifra, un mero cuerpo, especialmente cuando se trata de una mujer.

La princesa Diana, por supuesto, tenía un cuerpo que se convirtió en un campo de batalla. Todo lo relacionado con su cuerpo, desde su desorden alimenticio hasta salir en trajes de baño en las fotografías tomadas con un objetivo largo oculto por un paparazzo, se convirtió en objeto de escrutinio.

La gente se olvida que, antes de que se casara, los periódicos publicaban historias sobre la virginidad de una joven de 19 años, una fijación que parecía sacada de un cuento de hadas de los hermanos Grimms, y no de la Gran Bretaña del siglo XX. Décadas más tarde, la nueva esposa de su hijo Harry, recibiría una cobertura similar y una intrusión de la prensa abrumadoramente negativas como consecuencia de su propio cuerpo, en cuya raíz estaba el hecho de ser afroamericana. Recordemos la furia desatada por la frecuencia con la que Meghan se tocaba la barriga cuando estaba embarazada y su negativa a posar para una foto posparto en las escaleras del hospital, como lo había hecho Kate antes que ella.

En términos históricos, esta fijación especialmente pública por los cuerpos de las mujeres de la realeza tiene un retorcido origen. Una institución basada en la sucesión se centrará inevitablemente en la fertilidad y el embarazo, porque durante mucho tiempo la gestación de herederos y sus sustitutos, fue la única parte dominante de la descripción de este trabajo (y podría decirse que aún lo es). Si combinamos esto con el culto a las celebridades en la época moderna, tenemos una cepa particularmente virulenta de misoginia.

Sin embargo, en la otra cara de la moneda, la realeza nunca nos ha animado a verlos como seres humanos. Puede que ya no insistan en el derecho divino de los reyes, pero sigue siendo un sistema de creencias históricas que supura bajo lo que pretende ser una institución moderna y progresista.

Si siempre has basado tu derecho a gobernar bajo la premisa de que eres distinto de otros seres humanos más humildes, es difícil sorprenderse cuando ese mismo público no te considera como ellos, o merecedor de la misma privacidad.

Esto se complica por el hecho de que al menos en el Reino Unido pagamos impuestos por ellos. Existe la sensación de que se nos debe algo, de que cuando ocurre algo con importantes implicaciones para la corona, merecemos que se nos informe. Y hasta cierto punto, se podría argumentar que sí, cuando hay implicaciones significativas para el país. La naturaleza transaccional de la relación entre la monarquía es parte de lo que ha hecho que esta situación sea tan extraña.

“Quizás el cuento de hadas ha tenido demasiado éxito, la transformación de una chica común en una diosa demasiado completa, nos sigue afectando”.

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Nada de esto es culpa de Kate Middleton. Puede que cuando se unió a la familia real intuyera el nivel de objetivación al que se exponía (la prensa nunca fue amable con ella, no sólo tachándola de “waity Katy”, sino también utilizando como arma su origen de clase alta (pero no noble) para insinuar que era una cazadora de príncipes y una trepadora social), pero aún así, claro que merece compasión: Ha sido un camino duro, incluso antes de su grave enfermedad. Objetivamente, la gente sabe que las princesas tienen cuerpos como el resto de nosotros, pero ¿lo saben realmente? Tal vez, el cuento de hadas ha tenido demasiado éxito, la transformación de una niña común en una diosa demasiado completa, nos sigue afectando.

Han pasado más de 10 años desde que Hilary Mantel escribiera su polémico ensayo “Cuerpos reales”, que fue leído de mala fe, e interpretado como una crítica a la princesa, cuando en realidad era un alegato mucho más interesante para que el lector reflexionara sobre a qué nos reduce el hecho de tener una monarquía.

Plantear la complicidad del público en el trato a las mujeres de la realeza nunca es cómodo, y, sin embargo, todos sabemos que es el apetito del público por esos titulares y fotografías lo que contribuyó directamente a la muerte de la princesa Diana, así como a la crisis de salud mental de la Duquesa de Sussex y a su decisión de abandonar el palacio.

Era mucho más fácil pintar a Mantel como una mujer malvada y caprichosa que comprometerse adecuadamente a escuchar lo que estaba diciendo: Que la institución de la monarquía puede llegar a deshumanizar a los que se ven obligados a habitar esa jaula dorada, pero también a los que están fuera de ella, mirando hacia adentro y tratándolos como propiedad pública.

En realidad, es un ensayo enormemente compasivo, que capta la soledad esencial de la monarca; sobre la Reina, también escribió: “(...) la monarquía la congeló y la convirtió en una cosa, una cosa que sólo tenía sentido cuando se exponía, una cosa que sólo existía para ser mirada”.

Merece la pena releer el ensayo completo. Me recordó que no es el cuerpo convaleciente de Kate Middleton lo que el público desea diseccionar, sino la monarquía en sí misma: “Las personas reales son a la vez dioses y bestias. Son personas, pero son suprapersonales, portadoras de una línea de sangre: en el fondo, son reproductores, colecciones de órganos”.

No son, quizás, sentimientos fáciles de leer, cuando se relacionan con una mujer enferma por la que también hay, con razón, una enorme simpatía pública. Pero es importante recordarlos, porque el análisis de Mantel concluye con un llamado de atención a la gente para que “retroceda y no sea bruta”.

Yo soy una republicana que cree que la monarquía afianza la desigualdad social, pero no puedo evitar estar de acuerdo con ella. No creo que la gente aprenda nada de esto, porque la propia dinámica es demasiado disfuncional. Está por verse cuánto más dolor y sufrimiento humano sobrevendrá, tanto para Kate Middleton como para sus hijos. Al menos, los que hemos amado y perdido a alguien con cáncer podemos concederle lo que cualquier persona con esta horrible enfermedad necesita: descanso y respiro.

Artículo originalmente publicado en Vogue UK, vogue.co.uk.